1) CARLOS BELLO: “CONFLICTO ENTRE ARTE Y ARTE POPULAR – ENTRE EL ARTISTA Y EL CULTOR” - El enfoque de esta propuesta intentará demostrar la existencia de modelos estéticos hegemónicos en la cultura popular, y cómo, a pesar de ello, la comunidad (el pueblo) construye cultura según su propia mirada estética; mirada que por momentos se enfrenta y por momentos concilia con estos modelos hegemónicos.

2) EMILIA BAIGORRIA “VOZ DE MUJER DESDE EL EXILIO” – Sobre el destierro de Gioconda Belli - La voz poética que teje las fibras del dolor para soportar la tierra lejana.

3) JOSÉ DE GUARDIA DE PONTÉ – “LA HISTORIA DE LAS MUJERES – UNA CUESTIÓN PENDIENTE” – En nuestros tiempos se impone la necesidad de una sociedad igualitaria, una sociedad más justa y equitativa, donde las desigualdades no sean tan marcadas y crueles. En definitiva, una igualdad respetando las diferencias. Pero hay un punto crucial dentro de la temática de igualdad entre los hombres y las mujeres y es la "igualdad en la historia".

LA HISTORIA DE LAS MUJERES – UNA CUESTIÓN PENDIENTE

Se considera una revolución al cambio estructural en el ámbito social, económico o moral de una sociedad. Una brusca modificación en el pensamiento de la comunidad y en los ejes transversales que inciden en el poder.

Si bien la lucha por los derechos de las mujeres tiene más de siete mil años, en los últimos cincuenta se pudieron observar el derrumbe de las murallas que impedían estos cambios.

La temática es muy basta y compleja como para poderla abordar en un artículo así que solo analizaremos ciertos aspectos donde podremos observar cómo estos cambios de paradigma trastocaron la cotidiana visión paternalista de la sociedad.

Antes que nada se impone la necesidad de una sociedad igualitaria, y no sólo entre hombres y mujeres. Igualitaria educacionalmente, igualitaria ecológicamente, igualitaria culturalmente, igualitaria racialmente, igualitaria políticamente y en un sentido genérico. Rompiendo con todo esquema que marque diferencia de origen natural, religioso o genético.

Conste que no se dice "económicamente" porque aquí entra el fantasma del comunismo, aunque, y salvando lo ideológico, no sería descabellado en hablar de una sociedad más justa y equitativa, donde las desigualdades no sean tan marcadas y crueles. En definitiva, una igualdad respetando las diferencias.

Decía Rosa Luxemburgo: "un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres".

Pero hay un punto que no hemos tocado en estas cuestiones de la igualdad entre los hombres y las mujeres y es la "igualdad en la historia".

Los hechos del pasado siempre fueron vistos y escritos desde el eurocentrismo y fundamentalmente desde el antropocentrismo. la modernidad marcó la cultura de la humanidad y ésta posmodernidad lo remarcó con exacerbada crueldad, desde una perspectiva donde el hombre fue el hacedor de la historia y la mujer, con unos pasos más atrás, fue descripta como una simple acompañante o pero aún, una observadora pasiva, salvo las honrosas excepciones de algunas mandatarias o científicas que, ya no como mujeres, sino más bien como varones con faldas, impusieron su marca y su impronta.

Desde la mal llamada prehistoria o el tiempo de las cavernas las mujeres no fueron más que seres reproductores de barbados guerreros cazadores de mamut o simples acumuladoras de grasa, como lo demuestra las venus de la prehistoria, para dar calor por las noches al macho proveedor.

La investigaciones antropológicas han demostrado con notable evidencia que mientras los hombres salían a cazar, pescar o muchas veces, estúpidamente a guerrear; las mujeres fueron las maestras artesanas, constructoras, diseñadoras de vestimentas e inventoras de artefactos que hacían a la tecnología de ese tiempo.

Pasando a la antigüedad, la historia oficial escrita por el hombre se encargó de ocultar que desde el año 7 mil al 3 mil aC. la sociedad humana fue matriarcal. Que las mujeres eran veneradas como sacerdotisas y honradas por su capacidad de tener hijos. Las antiguas estatuas de Venus apoyan esta teoría. El historiador francés Fernand Braudel concluye que en 5.000 a.C, la región fértil entre el Tigris y el Éufrates pasó de ser una que adoraba a las “diosas madres todopoderosas”. La causa de esto no fue un cambio en la ley ni una reorganización de la política, sino que una reforma tecnológica en la producción de alimentos, es decir, la adopción del arado el cual es atribuido a la inventiva femenina.

Es importante aclarar que el matriarcado de esos tiempos no es el patriarcado invertido, o sea, no es tener poder sobre los demás y sobre la naturaleza, sino seguir los valores maternos, es decir, fomentar la vida natural, social y cultural basada en el respeto mutuo.

Minos fue la primera gran civilización europea. Su situación estratégica en Creta y su dominio de los mares los convirtió en un opulento reino comercial. Lo que se ocultó es que fue una sociedad eminentemente matriarcal, puesto que las mujeres aparecen con mayor frecuencia que los hombres en los frescos que representan a los gobernantes y siempre en una posición dominante.

En Roma tenemos que al estudiar el derecho romano nos muestra precisamente cómo, con el paso del tiempo, la mujer fue adquiriendo mayores privilegios en la legislación. Progresivamente, se modificaron leyes para permitir que la mujer pudiese poseer, heredar o administrar sus propios bienes, adquiriendo cierta autonomía en asuntos de tipo legal y jurídica. Si bien la familia era algo primordial dentro del mundo romano, puesto que en su seno se educaba a los futuros ciudadanos, quienes debían engrandecer Roma, el divorcio estaba contemplado en las leyes como disolución conjunta de las partes aunque también existía el “repudio” por parte del marido ante el adulterio. En los últimos tiempos del imperio César Augusto puso fin a las injusticias del repudio con cláusulas muy precisas.

Ya en la Edad Medieval el cristianismo fue adulterado por el imperio y el poder cambiando en forma radical, porque si de callar y ocultar se trata, es el hecho de la discriminación de la mujer en el catolicismo porque lamentablemente la religión se establece desde una cultura patriarcal y de esta manera se organizó la sociedad. Dios es masculino y su hijo también. Dios es un hombre y el hijo del hombre es Dios.

Desde el mito de Adán y Eva, pasando Caín y Abel a la Ley Mosaica, la estructura mental católica relegó a la mujer en la historia a la condición de servidora del protagonismo masculino. En otras ocasiones, podríamos decir que fue lamentable cuando se consideró al cuerpo de la mujer como objeto de pecado y perdición. Basta decir que el 85% de las personas que fueron víctimas de la inquisición en las hogueras de la ignorancia fueron mujeres. Más de decientas mil mujeres fueron masacradas por la tortura y el fuego perverso de la Iglesia.

Hasta en la actualidad, la exhortación Apostólica del Papa Francisco para estudiar si era posible establecer el diaconado de las mujeres fue detenido ante la muralla de la oposición conservadora y tradicionalista que todavía gobierna el Vaticano.

Michela Dall’Aglio escribió que “en los últimos decenios ha ido creciendo una pérdida de amistad entre las mujeres y la Iglesia. Es una situación totalmente de clara gravedad: como si se hubiera pasado una barrera de la cual parece difícil volver atrás”.

Pocos saben de las protestas de las mujeres dentro de la Iglesia – muy poca publicidad tuvo la marcha de un entero convento de monjas suizas que caminó hasta Roma para sostener el derecho de las mujeres a participar de los sínodos. Monjas que no fueron recibidas y su nota fue rechazada.

Jane Austen remata: “He leído la historia, por obligación ; pero no veo en ella nada que no me irrite o no me aburra : disputas entre papas y reyes, guerras o pestes en cada página, hombres que no valen gran cosa, y casi nada de las mujeres, ¡es un fastidio!”.

La Historia de la mujer es una historia pendiente porque las mujeres no tienen historia, nunca fueron objeto de la ciencia ni de los historiadores. Si bien aparecen en algunos capítulos, sus voces no están, han sido calladas, tapadas, enmudecidas. Tampoco son visibles, más bien seres extraños, por lo general causantes de conflictos y guerras, o peor premios para algún ganador.

Fueron condenadas a la sospecha, a la intriga, a la traición. Dalila, Jetsabel, Cleopatra, Agripina, Catalina de Medici, Lucrecia Borgia, Josefina, Charlotte Corday, Bonnie Parcker y tantas otras que han sido el manjar de los libros mas vendidos después de la biblia.

La historia siempre fue masculina, porque contó los hechos políticos, militares, fundamentalmente de la lucha por el poder. Los protagonistas son hombres, reyes, generales, presidentes y todo estúpido que haya generado una guerra.

Nunca se ha considerado a las mujeres como símbolo revolucionario o de cambio (será por esto la sorpresa de hoy ante la revolución más espectacular de la historia).

Es así como desde la modernidad se ha formado una visión andrógina de la sociedad. Una visión e interpretación segmentada, incompleta, parcializada y por lo tanto falsa. De verdades y mentiras a medias. Expresión colectiva y cultural incomprensible de la humanidad.

Pero la historia se construye con pensamientos y decires:

1) "Las niñas sufren toda la vida el trauma de la envidia del pene tras descubrir que están anatómicamente incompletas", Sigmund Freud.

2) "Sólo el aspecto de la mujer revela que no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales", Schopenhauer

3) “La vida de toda mujer, a pesar de lo que ella diga, no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse”. Fiódor Dostoyevski.

4) “La mujer no tendría el genio del adorno si no poseyera también el instinto de desempeñar el papel secundario”. Friedrich Nietzsche.

5) “En cualquier tipo de animal, siempre la hembra es de carácter más débil, más maliciosa, menos simple, más impulsiva y más atenta a ayudar a las crías” Aristóteles.

6) “El fuerte de la mujer no es saber sino sentir. Saber las cosas es tener conceptos y definiciones, y esto es obra del varón”. José Ortega y Gasset.

7) “Al seguir una vocación masculina, estudiar y trabajar como un hombre, la mujer hace algo que no corresponde del todo con su naturaleza femenina, sino que es perjudicial”. Carl Gustav Jung.

8. A las niñas no les gusta aprender a leer y escribir y, sin embargo, siempre están dispuestas para aprender a coser", Rousseau.

9) “La mujer no necesita escritorio, tinta, papel ni plumas. Entre gente de buenas costumbres el único que debe escribir en la casa es el marido”. Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière.

10) “Una mujer amablemente estúpida es una bendición del cielo”. François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire.

Pero lo que marcó la historia occidental y cristiana es esta frase célebre, célebremente lapidaria: “Es orden natural entre los humanos que las mujeres estén sometidas al hombre, porque es de justicia que la razón más débil se someta a la más fuerte”. SAN AGUSTÍN .

Nos cuenta Eduardo Galeano en su magistral libro sobre las mujeres que en la Revolución Francesa se proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, marchó presa, el Tribunal Revolucionario la sentenció y la guillotina le cortó la cabeza. Al pie del cadalso, Olympia preguntó: "Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?" Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de estado.

Si hace unos cuarenta años, alguien habría preguntado por esta historia, de seguro se habría logrado sólo el silencio. Pero aún más, esta pregunta habría sido sospechosa por esconder un doble sentido subversivo y militante.

Ahora bien, al margen de las tendencias y las intenciones militantes, es dado saber que una historia de los hombres sin el componente de la historia de las mujeres no se entiende, no está completa. Una historia incompleta es como tratar de leer un libro que le faltan la mitad de sus capítulos.

La historia conjunta ya no sería sólo política y militar, se entablaría más en el sentido social. Vendrían a completar los espacios complejos de la cultura, de la psicología, la economía y de la salud. Hasta se entendería mejor la estupidez de la guerra y sus terribles consecuencias. Se podría dimensionar la perversidad del hombre en tales circunstancias y el por qué de las revoluciones. Hasta se podría aprender del pasado...

La ciencia de la historia pondría y sostendría un eje diferente, ya que se entendería que el comportamiento humano, de hombres y mujeres, son el resultado de construcciones sociales y están atravesados transversalmente por el contexto cultural y sus cosmovisiones.

La historia ya no sería del varón sino de la cultura humana, completada por los pensamientos que en diferentes épocas ha marcado la filosofía.

También sería necesaria la descolonización de la ciencia histórica, la interpretación de los hechos saliendo de la perspectiva cartesiana de un binarismo siempre en pugna. Al aplicar a la investigación histórica este modelo, el o la investigadora podrían visibilizar otras historias negadas, la de los esclavos, la de los pueblos masacrados, las culturas avasalladas, los marginados por la raza, la costumbre o la cultura diferente. Se podría entender que la diversidad hizo a la humanidad maravillosa y no la homogeneidad pretendida por los nacionalismos.

Esto no quiere decir que la historia no haya estudiado estas cuestiones pero nunca lo hizo desde una perspectiva de genero y menos desde el punto de vista de los excluidos. Siempre se escribió desde la pluma del vencedor y la consigna del etnocentrismo.

Como diría alguna vez y no dejo de repetir: "Pero en el fondo del barrial ensangrentado, del arrabal promiscuo y rechazado, del conventillo donde se mezclaron las voces y los miedos, está la "verdad histórica", esa que no la escriben los que ganan sino que tiene su propia razón de ser. Aquella que supervive en la memoria del pueblo, en su cultura, su identidad y que por más formas o reformas, textos o pretextos con que se la quieran recubrir y enterrar siempre volverá, pidiendo libertad".

José de Guardia de Ponté

 

 

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